Desde la creación en 1988 de un Servicio de Igualdad de mujeres y hombres en el Ayuntamiento de Donostia (antes denominado área de la Mujer), largo ha sido el camino recorrido. El I Plan de Igualdad del Ayuntamiento de Donostia/San Sebastián estuvo vigente entre 1997 y 2000. El II Plan de Igualdad no llegó hasta 2008, y a partir de entonces, se aceleró la producción normativa en materia de igualdad y la actividad en torno a la implantación de la transversalidad de género en la actividad municipal.
El presente informe se enmarca en un proceso iniciado en 2013 que pretende introducir de forma paulatina la perspectiva de género en el ciclo presupuestario. No es que antes del inicio del proceso el presupuesto careciera completamente de perspectiva de género, ni que ahora la tenga totalmente asumida, sino que se trata de un proceso de carácter progresivo, en el que en primer lugar se visibiliza lo ya alcanzado para seguir dando pasos en esta materia, siempre en estrecha relación con el Plan de Igualdad vigente.
En abril de 2014 se aprobó el III Plan de Igualdad, que contempla, entre otras 139 medidas, la elaboración de presupuestos públicos con perspectiva de género. A ese mandato, y a la voluntad política de llevarlo adelante, responde este informe, que se presenta como parte de la documentación anexa a la Propuesta de Presupuestos 2015.
En febrero de 2014 se presentó un “Informe de recomendaciones para crear presupuestos con perspectiva de género”1, referido a la propuesta presupuestaria de 2014, para entonces ya aprobada por el Pleno del Ayuntamiento. Este segundo informe se refiere al presupuesto de 2015, aun en fase de propuesta, y viene a actualizar el estado de la cuestión, puesto que algunas de las recomendaciones del primer informe se han materializado en los meses transcurridos.
Partiendo de la idea de que los presupuestos no son neutros en cuanto al género –es decir, que no afectan de la misma manera a mujeres y a hombres y que por tanto contribuyen a afianzar o a desestabilizar la organización social basada en la división sexual del trabajo-, analizaremos de forma somera las grandes cifras y nos detendremos en los departamentos identificados en el informe anterior como más sensibles en cuanto a su impacto diferencial en mujeres y hombres.
Pongamos un ejemplo: el presupuesto destinado al servicio de ayuda domiciliaria para personas con algún grado de dependencia beneficia sobre todo a las mujeres, ya que son mayoría en los colectivos de profesionales del cuidado, entre las personas atendidas, y entre las cuidadoras del ámbito familiar a quienes beneficia el “descanso” que proporciona el servicio. Por tanto, el recorte o supresión de esta ayuda puede tener graves consecuencias, sobre todo para las mujeres. Sin embargo, si se destina una partida a la inversión en el estadio de fútbol de la ciudad, las personas beneficiarias serían en mayor medida hombres, puesto que los jugadores, las directivas de los clubes de fútbol, y la mayoría de las personas aficionadas lo son. En el primer caso, estaríamos hablando de actividades de cuidado imprescindibles para lo que se viene denominando la “sostenibilidad de la vida”, y en el segundo caso, de una actividad de ocio con implicaciones económicas. Diversos estudios del uso del tiempo muestran, además, que las mujeres dedican más tiempo a actividades de cuidado no remuneradas, y que disfrutan de menos tiempo de ocio, mientras que los hombres dedican más tiempo al trabajo remunerado y al ocio, perpetuándose así un reparto desigual de un recurso tremendamente valioso: el tiempo. Al fin y al cabo, las realidades económicas y sociales de mujeres y hombres son diferentes, por ello los presupuestos públicos afectan de distinta manera a unas y a otros.